Más que una cena, fue compartir. Compartir nuestra juventud, nuestra
madurez, nuestras experiencias, nuestro talento, amor y fe. Compartir nuestro
tiempo, nuestra alegría y un poco de lo mucho que Dios nos ha dado en familia y
comunidad.
En este ambiente de solidaridad, la comunidad de Ciudad Bolívar, de
nuestra parroquia La Virgen de la Medalla Milagrosa, celebró la Cena por El
Amor y La Amistad, realizada para reunir fondos para la construcción de un
salón para Jesús Sacramentado en la capilla Santa María Virgen Reina.
Dios vive en nuestro corazón y queremos que tenga un lugar en la
comunidad. Un espacio digno, pero no queremos un Cristo abandonado en un templo
frío, sino uno que llegue a cada familia.
Así que, pidamos y demos gracias a Dios por la familia, base del
sentimiento humano. A lo mejor no es la familia perfecta. Quizás se aleje de
Dios, pero es nuestra familia; el primer contacto con la sociedad en la que
viviremos. Es allí donde nace el sentimiento humano.
Esta cuaresma, nuestro párroco nos ha hecho una invitación que bien
podría ser considerada un desafío en la época automatizada y de ritmo acelerado
en la que vivimos: ser más humanos, porque, antes de hablar de salvación,
debemos aprender a ser más humanos; debemos aprender a ser personas con sentimientos que vivan la
realidad de Panamá.
Estamos invitados a ser agentes de cambio en nuestra
sociedad, pero no esa sociedad que pensamos está lejana a nosotros, sino,
nuestro propio ambiente, nuestra propia casa, donde empieza la vida en
sociedad. Bien decía aquel filósofo romano: “Un hombre cuyo único deseo fuera
ir al cielo, no podrá ingresar en él. Hay un trabajo que hacer sobre la
tierra”.
Debemos dejar a Cristo tocar nuestro corazón. Dejar el resentimiento
y la amargura que no nos deja ser felices y empezar a hacer algo hoy por que
las cosas sean mejor es una forma de rehumanizarse y, aunque estemos seguros de
saber que solos no podemos, debemos tener en cuenta que para Dios nada es
imposible.
Agradecemos a todos aquellos que hicieron este proyecto posible e invitamos a orar por la
familia. Porque la familia que reza unida, permanece unida, así de simple.
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