Tarde, pero a tiempo aún, publicamos este pequeño artículo sobre el retiro cuaresmal en la parroquia que dio el P. José Cyriac SVD.
El P. José contó que hubo una vez un hombre con el oficio de equilibrista, esas personas que caminan a grandes alturas a través de cables, sosteniendo un paraguas (o una vara como en este caso).
Este hombre, estaba por dar un espectáculo a una multitud cierto día. Eran edificios muy altos, tanto que parecían tocar el sol, y ese hobre estaba apunto de cruzar de un extremo a otro de la cuerda a esa altura gigantesca.
Ya preparado, y después de respirar profundamente, dio el primer paso y empezó a caminar sobre la cuerda floja. Un paso a la vez. Uno tras otro pacientemente hasta llegar al otro extremo en el otro edificio. La gente todavía asombrada y hasta ese momento nerviosa, gritaba emocionada por su valor y coraje por hacer algo tan extraordinario.
-Gracias, Gracias- gritó el equilibrista a la multitud bajo la sombra de los edificios. -Ahora, quiero repetir mi hazaña, pero esta vez sin ayuda de la vara que uso para equilibrarme. Lo podré hacer si algunos de ustedes confían en que lo puedo hacer- decía con la esperanza de que lo escucharan abajo. -¿Creen que lo pueda lograr?- preguntó, y un incómodo silencio invadió todo el lugar. De repente, se escucharon voces y aplausos que animaron al equilibrista en medio del silencio de la otra parte de la multitud que mantenía el silencio de la duda.
Aún así, y con el ánimo que le dieron unos pocos, empezó nuevamente a cruzar entre los edificios. Un paso a la vez, más pacientemente. Con la mirada hacia adelante y su mente concentrada en lograr llegar al otro lado.
Afortunadamente, no tuvo mayor problema y consiguió llegar al otro extremo. La gente estaba atónita, no tenía palabras, sobretodo la gente que pensó que no podría hacerlo.
Otra vez, agradeció por los aplausos de la gente y, luego de un momento, dijo: "Ahora, voy a cruzar de nuevo al otro edificio sobre esta cuerda, pero esta vez lo voy a hacer con esta carretilla, ¿creen ustedes que pueda lograrlo?". -¿Una carretilla?- Se Preguntaba la gente mientras pensaba en lo arriesgado que sería pero también que si había podido cruzar sin ayuda de la vara, tal vez, podría hacerlo con la carretilla. El equilibrista dijo: "Podré hacerlo si, por lo menos, uno de ustedes cree en mí. ¿Alguno de ustedes cree que lo pueda lograr?", y el silencio invadió nuevamente el lugar, hasta que, despues de largo rato, un hombre levantó la mano y gritó lo más alto que pudo. -¡Yo sí creo que puedas!- Toda la multitud escuchó sorprendida y el equilibrista se emocionó mucho, porque había alguien que confiaba en él. Bajó lo más rápido que pudo hasta donde estaba la gente y les preguntó muy contento: "¿Quién es el que dijo que sí podía hacerlo?" y de entre la multitud salió el hombre y le dijo que era él. -¿Fue usted?-preguntó el equilibrista. -Sí, yo estoy seguro que puedes hacerlo- dijo al equilibrista. -Entonces, por favor, súbase a la carretilla- le contestó el equilibrista.
¿De veras confiaremos tanto en Dios cómo para subirnos a la carretilla y llegar al otro extremo de su camino? Claro que daría miedo y seguro nos llenaríamos de nervios como la gente o sobretodo el hombre que dijo que sí confiaba, pero hay que tener presente un pequeño detalle: como el equilibrista del cuento, seguro Dios sabe lo que hace y solo nos pide nuestra confianza.
"Si tuvieras fe como un granito de mostaza..."
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